Cubierta por una lona de las que se emplean en las zonas rocosas afectadas por el fuel para recoger los restos líquidos que arrancan las máquinas, la roca milenaria apareció al lado de un cartel de obras de la Xunta en el solar del nuevo recinto ferial de A Coruña, a poco distancia del Coliseum.La mole granítica, uno de los reclamos turísticos del Concello de Camariñas, estaba en buen estado y anoche la custodiaban varios agentes de paisano de la Guardia Civil a la espera de que se tomara la decisión sobre su traslado.Todavía no hay datos sobre quién pudo apoderarse del oso de Camariñas, así como el uso que se pretendía darle.Miles de añosLa roca robada es una parte integrante del paisaje en la zona de Reira, en Camariñas, y uno de los puntos más afectados por el desastre del Prestige. «Esa piedra ?dice Xosé María Bello, director del museo Arqueolóxico de A Coruña? tiene un sentido y un folclore añadido, es como si alguien se llevara a casa la Pedra de abalar de Muxía».Mientras el oso de Reira echaba a andar después de miles de años plantado sobre una roca, las Administraciones se preguntan de quién depende esta piedra tallada por la erosión. En Medio Ambiente dicen que nada saben del asunto y que si el tema tiene valor etnográfico y cultural pues es cosa de Cultura. En Cultura se preguntan qué tiene que ver con ellos y buscan alguna interpretación de las leyes de patrimonio. La sugerencia final remite la búsqueda a Medio Ambiente.En Costas, en Madrid, nada cuentan del oso de Camariñas y tampoco si es cosa suya o del Concello. Es allí, en el consistorio, donde se toman en serio el problema. Fueron ellos los que avisaron al Seprona y los que preguntaron a los trabajadores de la zona si sabían algo.Lo que para algunos es una piedra, en Camariñas es una referencia presente en libros, folletos y guías. La roca zoomórfica no está catalogada en ningún sitio. Llevaba allí toda la vida y nadie se preocupó por ficharla.Arqueólogos e historiadores del Arte ven el robo como un atentado, pero también recuerdan que a veces las víctimas no son rocas, sino cruceiros que desaparecen de los caminos y acaban igual en un jardín. Son dos costumbres que van unidas.Lo que la gente se pregunta es cómo es posible tener el coraje suficiente para plantarse en medio de la carretera con una grúa y un camión, y llevarse a casa un bien público. Ahora falta por decidir cuándo se devolverá a su sitio y qué medidas tomar con los responsables de su robo, si son descubiertos.
Articulo extraido de La Voz de Galicia.
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